domingo, 12 de abril de 2020

Un día de trabajo normal. 1ª parte

Mi jornada laboral en Qatar era larga y agotadora. Tenía que fichar en el cole a las 6:45. Para fichar acababan de instalar en la escuela unas máquinas, repartidas por las diferentes entradas del centro, en donde tenías que meter el dedo y ya quedabas fichada, tanto para entrar como para salir. Seguro que ya las hay en miles de sitios pero para mi era la primera vez que me tocaba fichar así. La verdad es que se debieron de gastar una pasta en instalar estas maquinitas porque el cole es muy grande, con muchas entradas, así que tuvieron que poner muchos de estos aparatitos.

Como digo, había que fichar a las 6:45 pero durante los primeros meses yo llegaba al cole media hora antes porque me faltaba el tiempo para aprender todo lo que necesitaba para poder trabajar mínimamente bien. A las 6:50 había que ir a la entrada de Primaria a recoger a los niños. Esa entrada era como un recibidor enorme, abierto, sólo cubierto por un toldo, por el que se accedía a la recepción de la escuela (de frente) y a dos puertas que daban acceso a dos alas distintas del cole, una a la izquierda para Primaria y otra a la derecha para Infantil. En este espacio se quedaban los niños jugando a medida que iban llegando y, cuando sonaba la campana, todos se iban a sus filas. Era el momento en que por megafonía sonaba el himno de Qatar y todos lo cantaban. Por si te pica la curiosidad aquí lo tienes: https://www.youtube.com/watch?v=sj3QnNOxb7g . Como digo, esto es lo que empezaba todos mis días laborales en Qatar. Tras el himno, nos íbamos a clase. 

De 6:45 a 7:20 el trabajo era light, aún no nos metíamos a fondo a trabajar porque los alumnos tenían ese margen de tiempo para llegar a la escuela, las 7:20 era la hora en la que se hacía el registro oficial en internet, en que se les marcaba como presentes o ausentes, así que esa media hora era un goteo constante de alumnos entrando en el aula. Si alguno llegaba más tarde de esa hora en la que ya lo habías marcado como ausente te tocaba volver al ordenador para marcarlo como que había llegado tarde.

L@s niñ@s dejaban sus mochilas fuera de clase. Teníamos dos estanterías afuera, con cubículos abiertos donde las podían dejar, además de percheros para colgar sus chaquetas. En clase trabajábamos mucho por rincones, por centros, cosa que era nueva para mi, me costó pillarle el truco pero me acabó gustando un montón. Tenía a los niños organizados por grupos y, mientras yo iba trabajando solo con un grupito de 5 ó 6 como máximo, los demás iban rotando por diferentes actividades de manera independiente. Como digo, este sistema me costó mucho aprender a gestionarlo pero en cuanto le pillé el truco me encantó, me parece mucho más dinámico y ameno para los niños. 

En torno a las 10 hacíamos una parada de 20 minutos para comer una merienda, proporcionada por el cole. En torno a las 7:15 nos traían, de la cafetería de la escuela, una nevera grande con comida, tan grande que la tenían que traer entre dos porque pesaba. Yo ya tenía una mesa colocada al lado de la puerta del aula para que la dejaran ahí. Los de la cafetería iban con un carro grande por la escuela transportando esas neveras a todas las aulas. La merienda normalmente sólo tenía alimentos saludables, cosa que estaba muy bien. En esta escuela no se admitía el dulce en prácticamente ningún momento. Lo que traían era fruta (manzana, plátano, pera, uvas), un yogur o un yogur bebible y un bocadillo pequeño aunque excepcionalmente cambiaban el bocadillo por un croissant o una magdalena, que volaban, nunca sobraban. A algunos niños tuve que enseñarles a comer porque le metían dos bocados, por ejemplo, a una manzana y ya está, lista para tirar a la basura, tiraban comida sin control, cosa que me parecía inaceptable. Explicándoles y siendo yo el ejemplo poco a poco la mayoría lo entendieron y cambiaron su actitud, menos mal, algunos incluso pasaron de darle dos bocados a la manzana a comerla tanto que sólo dejaban las pepitas!

Como en la nevera había siempre comida de sobra en cuanto los niños acababan yo guardaba en un cesto la comida restante para que quedara en el aula porque al acabar la hora de la merienda los de la cafetería venían y se llevaban la nevera vacía. Se supone que yo no debía hacer esto de guardar la comida restante pero luego al final del día a veces los niños tenían algo de hambre y les gustaba picar algo de ahí. La comida que sobraba al final del día la dejaba en una cesta en una mesa que había afuera del aula para que se la llevaran los de la limpieza y los vigilantes de seguridad del cole.  

Después de esta meriendita, recreo de 20 minutos, sólo para los de Segundo. ¿Sólo? ¡Más de 100 alumnos! Jugaban en uno de los patios interiores del cole, cubierto por unos toldos para dar sombra. Al empezar el curso, en agosto y septiembre, como todavía hacía demasiado calor para jugar al aire libre no se podía jugar afuera por lo que los niños jugaban en el salón amplio al que daban las clases, en donde había sillones, mesas y sillas, puzles, juegos de construcción, papel y lápices de colores, cuentos, etc. Además, también se les daba la opción de ir a jugar a uno de los pequeños gimnasios que había en el centro. Las profes que hacíamos el turno de recreo nos repartíamos entre el salón y el gimnasio. Les decíamos que podían escoger dónde jugar pero eso sí, no podían cambiar de espacio en mitad del recreo. Aunque el salón era grande tener a tanto niño jugando ahí era un horror y estabas siempre deseando que terminara el recreo. Por eso, en cuanto el tiempo permitía salir afuera era una bendición, menos mal que se podía estar afuera perfectamente a gusto desde octubre hasta abril.

Tras el recreo, vuelta a clase hasta la hora del lunch, la hora de la comida anglosajona, que no es una comida tan pesada como en España. Los niños sólo tenían 20 minutos para comer, cosa que a mi me parece poco tiempo, incluso para mi misma. Los teníamos que llevar a la cafetería de la escuela, que estaba bastante lejos, te llevaba bastante tiempo llegar allí con una fila de 22 niños que tienen que ir tranquilos caminando y sin hacer demasiado ruido, cosa que no es fácil. Al llegar allí los niños tenían que ponerse en fila para coger una bandeja donde los empleados de la cafetería les servirían su comida buffet. Había bastante variedad de elección y comida que estaba muy rica, por lo menos para mi, pero la mayoría de los niños sólo querían arroz y pasta así que l@s profes nos organizamos para que comieran algo más. Ya les habíamos hablado de los diferentes tipos de alimentos con lo cual les exigimos que, además del arroz o la pasta, tenían que escoger algo de proteína, algo de verduras y algo de fruta. Como los niños, tras escoger su comida tenían que pasar a la fuerza por una zona que formaba como un pasillo relativamente estrecho y por donde los podíamos controlar, ahí siempre se apostaba un@ de nosotr@s profes, para controlar lo que llevaban, niñ@ que pasaba, bandeja que mirabas, y si faltaba algo de lo obligatorio lo mandabas atrás a cogerlo, "te falta proteína" o "te falta verdura" o "te falta fruta". Lo habitual era que ese niñ@ luego sólo cogiera un bocadito minúsculo de eso que le faltara pero no importaba, al menos, poco a poco se iban habituando a servírselo y a comerlo, aunque sólo fuera un bocado chiquitito. La verdad es que estar en ese puesto me parecía muy divertido, siempre había los mismos niños que intentaban colarse sin llevar lo que no querían, ya los conocías, de tus propios alumnos y de los otros Segundos, y los veías venir con caritas que ya los delataban, ya sabías, sin mirar sus bandejas, que les faltaban cosas, y como ellos también lo sabían bastaba una mirada para que se dieran la vuelta ;-)

Comían juntos todos los Segundos, ningún curso más, en un salón enorme, cada clase junta en una fila corrida, habitualmente los niños por un lado y las niñas por otro, siempre se separaban, cosa que me ponía enferma, en la clase también. 

Evidentemente, como en todas partes, había niños que comían muy bien y de todo y otros que dejaban comida. Intentábamos que comieran todo lo que se servían en sus bandejas pero eso no evitaba que siempre acabara comida en la basura.

Al acabar de comer cada clase, por turnos, llevaba su bandeja, vaciaba los restos en el cubo de la basura, depositaba la bandeja en una mesa, y los cubiertos y el vaso en otro lugar, todo muy bien organizado. Luego los niños volvían a su silla. Ahí esperaban su turno para ponerse en fila y salir al recreo de nuevo, menos mal que el patio estaba cerca de la cafetería. Todo esto ocurría en 20 minutos que era el tiempo del que disponían para comer. Al acabar este tiempo había que irse a la fuerza porque ya llegaban los niños de Tercero.   

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