lunes, 6 de abril de 2020

Cambios: de curso, de casa, de moneda...

Mi primer curso en Eritrea lo empecé como profe de Primero pero eso sólo duró un mes y pico. Pasado ese tiempo una mañana vino mi dire a hablar conmigo para explicarme que me tenía que pasar a Segundo porque el profesor nuevo que supuestamente iba a dar clase ahí no había conseguido el visado y no podía venir a Eritrea. Así que me cambié a Segundo, de 6 alumnos a 22, bastante cambio. Aún así, los 22 eran majos y salvo un par de casos con alguna incidencia fue un curso muy agradable, mucho. La suerte fue que en mi segundo año recuperé a mis antiguos alumnos de Primero, cuando subieron a Segundo, y como ya nos conocíamos fue un año muy agradable, estupendo, probablemente el mejor de mi vida profesionalmente hablando. A los 6 que eran inicialmente se sumaron 5 más con lo que tenía 11 pequeñajos super majos. Uno de ellos, Marwan, era super simpático, muy querido por sus compañeros, tanto que después de unas vacaciones él tardó en regresar una semana más que el resto. Todas las mañanas sus compañeros preguntaban por él, " ¿Y Marwan, no viene hoy? ¿ Y Marwan, no viene hoy?". Así un día tras otro, durante una semana, todos los niños de la clase. Hasta que por fin regresó Marwan! Lo recibieron con aplausos! Y fueron a abrazarlo. Fue genial. Es que Marwan es mucho Marwan!

En este Segundo tuve una niña italiana. Ella, al principio, no hablaba absolutamente nada de inglés. Yo había conocido a su padre en algún evento fuera de la escuela, él pensaba meter a sus hijas en la escuela italiana pero al saber que yo estaba en la escuela internacional, que yo también hablaba italiano y sería la profe de su hija mayor, se animó a matricular a sus dos hijas en mi escuela, pensando que al comienzo les podría venir muy bien a las niñas el poderse comunicar en italiano si hiciera falta. Así fue. Yo daba mi clase en inglés pero hacía una traducción rápida al italiano para ella, tratando de combinarla con inglés para que ella también fuese aprendiendo lo más posible. A veces me confundía y daba la explicación general a la clase en italiano y a ella en inglés, provocando las carcajadas de los niños, "¡Profe, que nosotros no sabemos italiano!". A menudo, durante los recreos, ella venía a mi a preguntarme cómo se decía esto o aquello en inglés. Era divertido. La nena aprendió inglés rápido porque era muy espabilada y además sus padres ayudaron también muchísimo en casa. Una gente estupenda, la verdad.

En mi segundo año en el cole llegaron compañeros nuevos a la escuela, dos parejas jóvenes, una de Irlanda y otra de Nueva Zelanda, y un chico Canadiense. Eran gente maja así que nos llevábamos bien. Sólo tenía un problema y es que a las chicas no las acababa de entender todo lo bien que quisiera, no sé qué pasaba con su acento pero es que no conseguía entenderlas tanto como quisiera. Y es raro porque a los chicos los entendía sin problema, perfectamente, pero a ellas no, qué rabia me daba, especialmente con la irlandesa, que es muy sociable y muy divertida pero a menudo me quedaba con la mitad de lo que contaba. Menos mal que no fue ella la que me tuvo que entrevistar para ir a Eritrea, si no no habría conseguido el trabajo! ;.) De nuevo, hubo demostración de lo pequeño que es el mundo. Resulta que la pareja irlandesa venía de estar trabajando unos años en Dubai. Allí habían conocido, por medio de unos amigos comunes, a Jason, un profe que había estado en nuestra escuela de Asmara el año anterior. Jason trabajaba por aquel entonces en Arabia Saudi y a menudo se iba a Dubai de fin de semana a ver a sus amigos que, casualidades de la vida, eran amigos de esta pareja irlandesa. Lo dicho, ¡qué pequeño es el mundo!

Con el chico canadiense también conecté muy bien, es un super viajero que ya lleva más de 100 países visitados y a mi los super viajeros me llaman mucho la atención, siempre tienen historias interesantes que contar. De hecho, estando en Eritrea este compañero fue el tercer super viajero de más de 100 que conocí.

En mi segundo año en Eritrea me cambié de casa. La escuela me ofreció la oportunidad de mudarme a una casa en el centro que sabíamos que tenía más horas de electricidad diarias así que allá me fui. La casa estaba bien, muy céntrica, más cerca del cole, cerca de todo, y la electricidad era casi continua. Pero tenía más problemas con el agua. Y eso sí que fue un problema, no todo el tiempo pero sí hubo varias ocasiones de vernos casi sin agua. Teníamos un pozo del que teníamos que estar muy pendientes cuando el nivel de agua bajaba más de la cuenta. En ese momento yo avisaba al cole y el gerente llamaba para solicitar un camión cisterna que nos lo llenaba. El problema era que a veces llamabas a solicitar el camión pero no había agua, y aunque tú la pidieras y la pagaras si no había agua no había y te tenías que aguantar. Así que nos encargábamos de tener siempre muchísimo cuidado con el agua. Teníamos un barril grande siempre lleno de agua para las emergencias. Nos duchábamos con cuidado: teníamos un cubo dentro de la ducha que íbamos llenando con el agua mientras se iba calentando, luego con un cazo nos íbamos duchando con ese agua para aprovecharla bien, no desperdiciar ni una gota, y la verdad es que esa ducha con el cazo me resultaba agradable, no me molestaba en absoluto. Me lavaba el pelo con la cabeza boca abajo con dos cubos. Uno para el agua que se iba calentando y luego con el cazo me iba mojando el pelo. El segundo cubo en donde iba cayendo el agua enjabonada. Este segundo cubo lo aprovechábamos para la cisterna. La verdad es que esto me parecía tan bien, tan correcto, la cantidad de agua que desperdiciamos tontamente en el día a día. Yo desde entonces, y aún ahora en España, en la ducha siempre tengo el cubo de la fregona que voy llenando con el agua de la ducha mientras se va calentando, y luego la aprovecho para la cisterna del wc. ¡Cuántos litros de agua limpia se malgastan absurdamente!

La casa de mi segundo año estaba mejor, sí, en muchos aspectos pero cuando miro en perspectiva creo que probablemente hubiera sido mejor haberme quedado en mi primera casa, era más bonita, y no habría tenido los problemas con el agua que tuve en la segunda, problemas que en un par de ocasiones fueron agobiantes. Lo positivo del caso es que aprendí a valorar el agua, no nos damos cuenta de lo lujo que es abrir un grifo y que salga agua.

En el segundo año hubo una temporada en la que no había pan, por el motivo que sea, no había harina en el país y nos quedamos sin pan. Era una cosa tan extraña, no poder comprar algo tan sumamente básico. Afortunadamente esto duró poco tiempo, quizá un mes pero se hacía rarísimo.

Otra cosa rara que ocurrió en el segundo año fue el cambió de moneda. Lo malo es que esto no duró un mes sino que duró hasta que me fui. En noviembre más o menos el gobierno anunció que cambiaban la moneda. Seguiría siendo el nakfa pero habría unos nakfas nuevos. El problema era que los nakfas viejos sólo se podrían utilizar hasta enero, a partir de ese mes dejarían de tener validez, lo que suponía un gran problema para la gente que tuviera ahorros. Yo cobré en nakfas nuevos ese mes y acabé cambiándole mis nakfas nuevos por nakfas viejos a un amigo, sabiendo que yo los gastaría antes de que dejaran de tener valor. La verdad es que fue un lío. Pero además de este trajín hubo otro mayor, más complicado.

Aparte del cambio de moneda a partir de enero el gobierno introdujo otro cambio importante que supuso un gran trastorno: sólo se podían gastar 3000 nakfas en metálico al mes, si gastabas más de eso sólo lo podías pagar con cheque. ¡Menudo follón se armó! Tardamos un tiempo hasta que empezamos a controlar la situación. La solucionamos abriendo cuentas a débito en los lugares donde consumíamos habitualmente(las tiendas de alimentación, los restaurantes) en donde nos anotaban los gastos que hacíamos mensualmente, gastos que yo también anotaba en una libreta, para llevar control. Al acabar el mes les pagaba con un cheque y vuelta a empezar. Un trajín hasta que normalizamos la situación.

No hay comentarios: