miércoles, 8 de abril de 2020

Primera semana en Qatar

La primera semana en Qatar fue muy intensa y amena. En este cole nuevo éramos much@s l@s novat@s, como treinta personas, la mayoría mujeres, como suele ser habitual en la enseñanza, repartid@s por todo el cole, desde los bebés hasta l@s alumn@s mayores. Esta es una escuela gigante, la mayor en la que yo haya trabajado nunca. Esta vez yo no era la única española, también había otra chica, casada con un inglés, profes los dos en Secundaria.

Casi tod@s l@s profes nuevos vivíamos en mi misma urbanización, Education City Community Housing, que para abreviar llaman ECCH. Los anglosajones siempre abreviando, siempre con sus acrónimos, que me ponen mala. Recuerdo cuando llegué a Houston, novata total en este tema de los acrónimos, es que me volvía loca, no entendía nada! Esta vez el tema ya no me pilló desprevenida y cada vez que oía uno nuevo lo anotaba para irlos aprendiendo y no tener que estar preguntando constantemente que significaba tal o cual cosa. En fin, volvamos al tema de la casa. Tod@s vivíamos en ECCH que también llamaban The Lots, y como en realidad la urbanización está formada por dos unidas por un puentecito pues las llamaban Lot 1 y Lot 2.

La primera semana consistió en cursos de formación muy intensivos en la escuela, papeleos tipo abrir una cuenta bancaria o hacer el carnet de conducir qatarí y también ir de compras. De todo se encargó la escuela, la verdad es que todo super bien organizado, y tiene mérito porque éramos muchísima gente de la que encargarse aunque supongo que también estaban acostumbrados por hacerlo todos los años. Como ninguno teníamos coche y en Qatar no se camina, la escuela nos recogía cada mañana en dos minibuses. Yo, como tod@s, esperaba por el bus dentro del portal de mi edificio, no salía hasta que no veía el bus parado delante de mi casa porque en el edificio había aire acondicionado hasta en el portal. Esperar por el bus afuera era impensable por el calor horroroso que hacía, y eso que era temprano, 7:30 de la mañana!

La cuenta bancaria la abrimos tod@s a la vez. Entre cursillo y cursillo vino un representante del banco, nos dio a tod@s la documentación a cubrir, se la llevó y ya ese mismo día teníamos cuenta abierta y tarjeta de crédito lista, todo muy conveniente, especialmente porque la oficina del banco estaba dentro mismo de la escuela, no había que ir a ningún sitio. Y además teníamos otra oficina de nuestro banco en el pequeño centro comercial justo al lado de los Lots, de nuestra urbanización, o sea que todo super cómodo, la verdad que sí.

Para hacer el carnet de conducir, por una vez en la vida ser española, ser europea, fue mejor que ser norteamericana, y es que los europeos conseguíamos el carnet de conducir qatarí automáticamente, simplemente presentando la solicitud, copia de nuestro carnet de nuestro país, un par de fotos, pagar algo y ya. En cambio, l@s american@s tenían que hacer los exámenes, teórico y práctico, un rollo. De todos modos, esto cambió y al año siguiente todo el mundo tenía que hacer los exámenes, los españoles también. Para hacer el carnet nos llevaron a las oficinas centrales de Tráfico a los 10 que éramos el grupito de europeos. El edificio es precioso y enorme. Allí esperamos tranquilamente nuestro turno sentados en unos sillones, cómodos y fresquitos, charlando. Cuando nos tocó hacer la gestión fue nuestro primer contacto con la realidad qatarí, cara a cara, o casi, porque la persona que me atendió era una mujer tapada de negro de la que sólo pude ver los ojos, la primera de miles que vi así.

Tras los cursos en la escuela por las tardes nos daban la oportunidad de llevarnos de compras. Como aún no teníamos coche esto nos venía muy bien porque de nuevo nos recogían en los minibuses y nos llevaban y traían. Un día a hacer compra grande al Carrefour, otro día al Ikea, otro día a conocer tal o cual centro comercial, la verdad es que esto nos fue muy útil.

Los cursos de formación eran muy intensos porque abarcaban muchas cosas totalmente nuevas para mi, hablaban de cosas de las que yo apenas había oído hablar nunca y me encontraba muy perdida. La suerte(mal de muchos, consuelo de tontos) era que casi tod@s estábamos igual. Nos decían "no os preocupéis, ya lo iréis entendiendo a lo largo del curso" pero eso no nos consolaba en nuestro agobio, agobio que aumentó en cuanto empecé a trabajar y que me las hizo pasar canutas.

Durante esta primera semana conocí a una de las compañeras de mi curso, Kasia, que además de compañera de curso también era la coordinadora de todos los cinco Segundos. Kasia fue una bendición. La conocí al día siguiente de llegar. Ya nos habíamos comunicado vía email porque en cuanto yo firmé el contrato me escribió para ponerse a mi disposición para ayudarme en lo que me hiciera falta, aclararme dudas o lo que surgiera así que en cuanto llegué organizamos para quedar. Ella sabía que yo no conocía a nadie y que estaba sola así que me llamó el primer día (ya Paul le había dado mi número) y vino a recogerme. Fuimos a tomar un café, otro día me llevó al Ikea, me invitó a comer a su casa con su familia, muy maja, muy pendiente de mi. Kasia fue de gran ayuda todo el tiempo, no sólo esta semana sino los dos años que estuve en esta escuela porque es muy buena gente y una gran, gran profesional de la que aprendí mucho, y más que pudiera haber aprendido. De l@s profes veteran@s de la escuela la única que pude conocer de mi curso durante la primera semana fue ella porque los demás aún seguían de vacaciones fuera del país, llegarían la semana siguiente que sería para preparación de las aulas y también de formación, todos juntos, novatos y veteranos.

No hay comentarios: