martes, 31 de marzo de 2020

Las sombras de la vida en Eritrea.

La vida en Eritrea, aunque el balance para mi es positivo, no era fácil para todo el mundo. Para mi los males menores eran los cortes de luz y algunos problemas con el agua, mínimos en mi primer año, mayores en el segundo. Pero evidentemente yo, al igual que todos los extranjeros en el país, vivíamos bien. No así toda la población local, había mucha gente que lo pasaba realmente mal. Había mucha pobreza, mendicidad, niños pidiendo, mujeres con sus niños pidiendo por la calle. Yo tengo dos imágenes de mendicidad grabadas en la mente: una de una pobre mujer, joven, con sus dos niñitos, uno bebé y el otro de quizá 3 añitos, durmiendo en la calle, ella sentada en el suelo apoyada contra la pared, con el bebé en brazos, y el otro dormidito en el suelo con su cabecita apoyada en la pierna de su madre. Qué tristeza, por Dios! La otra imagen es de un niñito, no recuerdo la edad, menor de 8 años, durmiendo sentado en la calle, apoyado contra la pared, con el cuerpecito doblado metido dentro de una camiseta, todo el cuerpo metido dentro de la camiseta que le servía como funda para su cuerpo. Tristeza total. La pena es que como este niñito había muchos.

Como digo había muchas mujeres pidiendo. Sus maridos estaban haciendo el servicio militar que duraba uno o más años, cobrando una miseria que no les daba para vivir lo que provocaba que sus familias quedaran en la calle. Esto del servicio militar era obligatorio para todo el mundo, hombres y mujeres, aunque por lo visto si las mujeres se casaban y tenían hijos se libraban de hacerlo. Creo que también si eras universitario te permitían hacerlo durante el verano. Sé también que a algun@s de mis compañeros de trabajo eritre@s les tocó hacerlo algún verano. No sé al detalle como funciona esto pero sí sé lo que veía y lo que me contaban mis compañer@s al respecto, tanto locales como extranjer@s.

El servicio militar debía de ser duro. Para empezar, si te tocaba hacerlo fuera de Asmara prepárate a pasar calor, pero calor calor calorazo del desierto, y nada de aire acondicionado que te refresque. Recuerdo que una vez habíamos organizado bajar a Massawa un fin de semana un@s compañer@s del cole, aprovechando que algunos tenían coches y cabíamos todos. Era un plan chulo. Pero el viaje se truncó porque se enteraron de que en la carretera a Massawa había controles de la policía que estaba parando a los hombres para meterlos al servicio militar cosa que, evidentemente, no les apetecía nada a mis compañeros. Acabamos yendo a Massawa en autobús cuatro nada más, de los cuales sólo una chica eritrea.

Se hablaba también de gente presa en contenedores en el desierto, disidentes del gobierno. Me hablaron de un psiquiatra que llevaba tiempo así preso, el pobre. A saber lo que habrá sido de él. Y a saber cuántos hay como él.

En Eritrea hace un calor horroroso, no en Asmara en donde se está genial porque estamos arriba en la cima de la montaña pero en cuanto empiezas a bajar la montaña empiezas a sentir el calorazo y ya, cuando llegas a Massawa, especialmente en verano, te fríes. Yo estuve en Massawa dos veces y madre mía, qué calor! A Massawa solo se puede ir en los meses de invierno, nunca fuera de esa época.

Durante mi primer año en Eritrea me surgió la oportunidad de que me hicieran una entrevista en un programa de radio de Isabel Gemio en una sección que tenían tipo Españoles por el mundo. No recuerdo bien cómo me habían localizado, creo que por la embajada española en Sudán. El caso es que yo les dije que sí. Un periodista me llamó un par de veces para preparar la entrevista y yo ya tenía claro que iba a hablar de lo bonito, no de lo feo o negativo del país, porque en esencia mi experiencia eritrea estaba siendo muy buena. El caso es que mi director se enteró y me llamó a su despacho. Me preguntó si yo estaba feliz en el país, si yo quería seguir estando allí. Yo le dije que sí, por supuesto. A lo que me respondió que entonces me recomendaba no participar en ese programa porque todo se puede malinterpretar, me podía meter en un lío y acabar siendo deportada, cosa que no me apetecía nada de nada. Así que acto seguido le escribí un mail al programa pidiéndoles disculpas pero diciéndoles que la entrevista no podría ser. El periodista me llamó y yo, siendo muy precavida, le intenté explicar mis motivos intentando que más bien supiera leer entre líneas de lo que yo le decía porque ya ni me fiaba de que mi teléfono de casa también pudiera estar pinchado. Me supo mal dejarles tirados pero bueno, un mal menor, no se hundía el mundo.

Recuerdo una compañera local que tuve. Su marido vivía fuera del país desde hacía dos años. Tenían 3 niños pequeños, el mayor de 6 añitos. La pobre estaba en una encrucijada, no sabía qué hacer. Resulta que cuando su marido se fue decidieron que se fuera él solo para organizarse en el nuevo país y luego, cuando tuviera la vida razonablemente organizada, podría irse ya ella con los 3 niños. Pero se les complicaron las cosas porque en esos dos años del marido fuera hubo un cambio en la ley en Eritrea por la cual todos los mayores de 6 años no podían irse libremente porque el país quiere asegurarse de poder tener gente haciendo el servicio militar, para poder defenderse. Con ese cambio en la ley su niño mayor, de 6 añitos, no podía abandonar el país. Así que estaba en la disyuntiva de qué hacer: ¿me quedo con mis tres niños lo que los condena a los tres a no poder salir del país? ¿O me voy con los dos pequeños y dejo al mayor con los abuelos y tías? Así sólo es uno el que se fastidia. Menuda decisión terrible. Al final optó por la segunda opción según tengo entendido.

Recuerdo otro caso que me impresionó. A Paco a veces le hacían consultas como pediatra diferentes amigos, cosa totalmente lógica y normal, eres mi amigo, eres pediatra, mi hijo tiene un problema de salud, lo normal es que te pregunte. Una amiga nuestra era eritrea y tenía un hijo con un italiano que ya se había regresado a Italia. Como no estaban casados ella no tenía visado para poder irse. Una noche nos invitó a cenar a su casa, como agradecimiento porque su niño había estado malito y Paco lo había atendido. Una semana más tarde la llamamos por teléfono pero no nos respondió. Seguimos llamando varios días y, como seguía sin responder, le preguntamos a otro amigo común por ella. Nos dijo que se había ido. ¿Cómo que se había ido? ¿A dónde? ¿A Italia? No, a Etiopía! ¿Cómo que a Etiopía!!!? Pues sí, se había ido a Etiopía con su niño, había cruzado la frontera, ilegalmente, claro, y ahora estaba en un campo de refugiados intentando dar el salto a Italia. ¡Madre mía! Un tiempo más tarde supimos que sí, que lo había conseguido, ya estaba en Italia con su pareja, menos mal.

No fue el único caso de refugiados que pudimos conocer. Mi profe de salsa, un chico encantador, siempre con una sonrisa de oreja a oreja, también se fue, vía Sudán. De este chico no he vuelto a saber, ojalá esté bien, era más majo! Como el mundo en realidad es tan pequeño me llevaría una alegría gigantesca si de casualidad me lo volviera a encontrar en algún lugar.

También se fue un compañero de la escuela, unos meses después de llegar yo. Tuvimos una semana de vacaciones y él se cogió una semana más. Pasado ese tiempo y viendo que no aparecía todos empezamos a preguntarnos dónde estaba. Supongo que los eritreos ya se lo imaginaban, el caso es que nos enteramos de que se había marchado del país. Creo que consiguió llegar a Canadá.

Bastantes de mis compañer@s locales de mi cole se han ido a otros países, con mejor o peor suerte. Pero en general, sobre todo los más jóvenes, intentan irse. En 2013 hubo un barco, como tantos, lleno de eritreos, que naugragó y murieron un montón de personas. Entre toda esta gente había parientes de mis compañer@s de trabajo. Recuerdo a uno de mis compañeros yendo a la misa de cabo de año por su primo. Una tragedia, todo gente joven. La verdad es que la juventud en este país lo tiene difícil.


No hay comentarios: