domingo, 22 de marzo de 2020

Eritrea, Corea del Norte, espías, locos, piedras y mosquitos

Y por fin nos llevaron a la escuela, porque al fin y al cabo, yo estaba en Asmara para trabajar no para parrandear. Es una escuela pequeña, sencilla y acogedora. Tiene un portón grande y un muro que la rodea. Cuando pasas el portón, a la izquierda, está la garita del vigilante de seguridad, y ya llegas al patio del cole, grande, cuadrado, de suelo de cemento. Al fondo, de frente, un edificio bajo y unos baños. En el lateral derecho el edificio principal, de dos pisos. En el lado izquierdo una fila de mesas de madera grandes con bancos corridos, techados para tener sombra, que es donde los niños comen su lunch, su merienda. En el último lado del cuadrado, a la derecha, los columpios bajo los árboles. Yo iba a ser la tutora de primero y mi aula estaba en el primer edificio que se ve al fondo, en el edificio bajo. Ahí hay dos aulas, la mía de primero y la de los pequeñitos de infantil. El resto de la escuela está en el edificio principal.

El primer día en la escuela, después de hacernos una visita guiada para que supiéramos dónde estaba todo, tuvimos una reunión en el despacho del director, solamente nosotros los nuevos, para darnos más informaciones que necesitábamos. En esa reunión, entre otras cosas, se trató un tema increíble, del que sólo se podría hablar, supongo, en Eritrea. No olvidemos que a Eritrea, al menos en esa época, se la consideraba la Corea del Norte de África. No sé si hoy se la sigue considerando igual, supongo que sí. El caso es que el director nos habló de que tuviéramos cuidado con lo que decíamos, cuidado con expresar nuestras ideas políticas acerca del país. Flipante! Nos advirtió de que todo lo que se hablaba en la escuela que fuese susceptible de desagradar al gobierno se acabaría sabiendo y podría tener consecuencias para nosotros mismos. Que tranquilos, que eso no significaría peligro para nosotros, sólo supondría que a lo mejor te echaban del país, te deportaban, de un día para otro. Alucinante! Nos recomendó que tuviéramos cuidado con lo que decíamos en la escuela porque, aunque todo el mundo, los eritreos que trabajaban en el cole, parecían muy majos, había espías, él, el director, no sabía quiénes pero sabía que alguien era espía del gobierno. Al fin y al cabo la nuestra es una escuela internacional y recibe a los niños de la comunidad extranjera en el país, además de niños eritreos, y el gobierno quiere saber qué se cuece en nuestro cole. Y no solamente en nuestro cole sino en todas partes en el país. Nos contó, además, que creía que el teléfono de su despacho estaba pinchado y que calculaba que debía de haber algún micrófono oculto en su despacho porque no se explicaba cómo era posible que algunas conversaciones que él había mantenido ahí luego se habían sabido. Increíble! Ahí fue cuando me di cuenta, de verdad, en qué tipo de país estaba. De todas formas, eso a mi no me afectaba para nada en mi vida porque yo no soy nada política, nada conflictiva en ese tema, así que sabía perfectamente que yo, en ese aspecto, no iba a tener absolutamente ningún problema. Pero claro, sí que condicionó algunas conversaciones durante mi estancia en el país, alteró el volumen de algunas charlas que llegué a tener en mi propia casa y truncó una entrevista de radio que surgió unos meses más tarde de la que hablaré en otro momento.

Nuestro dire nos contó una anécdota negativa que le sucedió a un compañero extranjero de la escuela el año anterior. Durante las fiestas de aniversario de la independencia del país, que se celebran todos los años en mayo, este compañero iba paseando por el centro de la ciudad con su novia italiana. Se pararon a ver el desfile y ella encendió un cigarrillo, con tan mala suerte que se ve que había una bandera eritrea cerca y, o bien se empezó a quemar, o bien casi se quema, no sé con seguridad ese detalle. El caso es que los detuvieron porque decían que querían quemar una bandera del país. Los tuvieron detenidos horas declarando, a ella creo que la tuvieron más tiempo que a él, a él lo soltaron antes aunque tuvo que volver a comisaría a declarar de nuevo, no recuerdo si sólo una vez más o más de una vez, no recuerdo ese detalle. Pero el caso es que, con toda esta movida, a ella la deportaron, de un día para otro, tuvo que recoger sus cosas y marcharse. Por una chorrada, por un detalle estúpido con un cigarrillo. Esta historia nos la contó el director y un tiempo más tarde me la contó el propio implicado, al que no deportaron porque él sólo iba acompañando a la chica y pudo continuar en el país. Así que esta historia es absolutamente real, y define muy bien el país. Luego, más tarde en mis dos años, alguna historia peor llegué a escuchar.

En este mismo despacho del director también nos reunimos un día, no recuerdo si fue este mismo día u otro, con un miembro de la embajada americana que nos dio unas pautas para mantener nuestra seguridad en el país. No es que el país sea especialmente peligroso, que no lo es, al menos para los extranjeros que no se meten en líos políticos, cosa que es fácil porque con no abrir la boca ya está. Pero aunque no es peligroso hay que tener unos ciertos cuidados, cosas de sentido común en todas partes, y yo siempre he sido precavida. 

El único "peligro" que yo percibí en Asmara fueron los locos. Madre mía, qué cantidad de locos hay en Asmara, es increíble!. Muchos locos caminando libremente por la calle, y muchos amputados en silla de ruedas. Impresiona. Impresiona y entristece a partes iguales. No olvidemos que Eritrea estuvo en guerra con Etiopía durante 25 años, que se dice pronto. Y esa guerra casi casi acaba de terminar, en 2016 celebraron sus 25 años de independencia. Es que se dice pronto, es que estos locos y amputados con los que me cruzo por la calle han vivido esta guerra, con sus horrores y sus traumas.. Y eso impresiona. Impresiona porque, entre otras cosas, me hace darme cuenta de lo privilegiada que soy, de lo privilegiada que he sido al haber podido vivir toda mi vida en un país en paz sin gravísimos problemas políticos o sociales. Impresiona. Yo creo que es lo que más me impresionó de Eritrea, o, al menos, lo primero que me impresionó de Eritrea. Y con uno de estos locos tuve un incidente, prácticamente en mi primera semana, incidente menor pero que ya me hizo estar alerta con todos los locos de la ciudad siempre.

Yo iba caminando tranquilamente por el centro de la ciudad por una calle concurrida, sin hacer nada raro, nada especial, cuando me crucé con uno de estos locos que venía con una sonrisa de oreja a oreja. Lo que no vi fue que llevaba también una piedra bien grande en la mano, y no se le ocurrió nada mejor que tirarme esa piedra a una pierna. Ostras, el daño que me hizo. Yo me puse a gritarle, (en español, claro, cuando uno está enfadado los tacos e insultos salen en tu idioma materno) pero el tipo ni caso, se partía de la risa y se fue. Pero es que el colmo es que había unos chicos en un coche aparcado allí al lado y se partían de la risa ellos también, los muy capullos. Ahí sí que flipé, qué menos que preguntarme si estaba bien o algo. Pero nada, ellos se partían de la risa. Supongo que les hacía gracia oírme despotricar en español. El caso es que la gracieta del loquito me provocó un moratón en la parte interna del muslo del tamaño de la palma de mi mano, moratón bien oscuro que me duró un montón de tiempo. Lo bueno es que este fue mi primer y único incidente con los locos de Eritrea, probablemente porque de esta ya aprendí mi lección y siempre caminaba alerta de no pasar cerca de ninguno.

Así que cuando en el despacho del director nos reunimos con el representante de la embajada americana le conté este incidente del que tomó nota para añadirlo en la web del ministerio de asuntos exteriores americano, en la sección de recomendaciones de viaje en Eritrea, las precauciones que hay que tener. Lo gracioso de este detalle es que al año siguiente, mientras charlaba con uno de los profes nuevos y le advertía contra los locos, le conté este incidente y me dijo, "Anda, fuiste tú? Es que mientras me preparaba para venir a Eritrea leí las recomendaciones de viaje del Ministerio americano y aparecía este incidente reflejado." Qué gracia, hasta acabé apareciendo en esa web!!

En fin, que todos los males sean esos. La suerte es que la piedra acabara en mi muslo y no en mi cabeza, eso habrían sido palabras mayores. Pero el caso es que incidente con locos y piedras no sólo lo tuve yo, también lo tuvo mi nuevo dire, Colin. Bueno, en realidad amago de incidente, afortunadamente, porque no pasó nada en realidad. Un día llegaba a su casa en coche con su hija de 5 años. Estaba sacando las cosas del coche mientras la niña seguía sentada en el asiento trasero cuando vio a un loco con una piedra enorme plantado al lado de la puerta del coche donde estaba la niña. A Colin se le heló la sangre, por un instante pensó que le iba a tirar la piedra a la niña, pero afortunadamente el tipo se dio la vuelta y se fue. Madre mía, la que se podría haber liado, mejor ni pensarlo. 

En fin, parece que los locos eritreos tengan una afición especial por las piedras, verdad? Pues lo curioso es que nunca más pasó nada similar, es como si por algún motivo se dieran cuenta de que éramos recién llegados en el país y era su forma de darnos la "bienvenida" pero el caso es que nunca más, 0 incidentes de ese tipo. Lo que me hace recordar un detalle con los mosquitos en Houston. 

En mi primer año en Houston cuando iba a la piscina de la urbanización los mosquitos me acribillaban, era una cosa terrible, me devoraban. Pero no sólo a mi, a todos los novatos. Podíamos estar en la piscina 10 amigos, 5 novatos y 5 veteranos. Pues oye, los mosquitos se cebaban con los novatos y a los veteranos los dejaban en paz, debían reconocer nuestra sangre nueva o qué pero así era, menudos picotazos, madre mía!! Lo bueno? Pues que en mi segundo año en Houston los mosquitos me dejaban en paz y se cebaban con los novatos! ;-)

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