jueves, 19 de marzo de 2020

Escuelas internacionales, capítulo 0

Pues después de mi primer viaje apasionante a la maravillosa Senegal, de rule por gran parte del país con mis tres amigas, siempre bordeando la costa, me quedé con ganas de más. Así que al año siguiente regresé sola, y me pasé un mes en Kafountine, inicialmente para colaborar con una ONG  que habíamos conocido en el primer verano, colaboración que se truncó por causas ajenas a la ONG y a mi misma, así que me acabé pasando ese mes en un hotelito estupendo, y barato!, de un español encantador, Amador, un tipo de Valladolid, gran conversador, buen cocinero y buen anfitrión. Su hotel, Mamá María, está al lado del mar, en una playa kilométrica preciosa, de la que sólo le separa una duna y su jardín. La verdad es que es un lugar alucinante. Este es el enlace del hotel por si os picara la curiosidad: https://hotelmamamaria.wordpress.com/

Kafountine es también un pueblo que merece la pena, muy hippie, lleno de rastas, reggae y plantaciones de marihuana, lo que le da un ambiente muy especial. Yo no fumo nada de nada así que el tema marihuana no me interesa en absoluto pero sí es cierto que es un lugar que supongo que debe evocar a Jamaica(por cierto, Dania querida, aún tenemos ese viaje a Puerto Rico y Jamaica en la lista de espera. Algún día, imshallá!).

En fin. El caso es que tras dos veranos en Senegal la fascinación por África se me metió en el cuerpo y me quedé con ganas de más. Y ahí fue cuando se me encendió la bombilla y me acordé de algo que me había comentado Laurita, una de mis amigas de mi época de Houston. Ella había estado trabajando un tiempo en Tailandia en una escuela internacional. Yo no tenía ni idea de la existencia de las escuelas internacionales ni de cómo funcionaban ni nada de nada. Pero me hice una nota mental al respecto, un recordatorio de su existencia por si algún día optaba por ellas. Y ese día estaba llegando. Poco a poco la necesidad de irme de nuevo iba creciendo más y más. Ya llevaba 2 años de vuelta en España y ya la vida volvía a ser rutina. La curiosidad por dar el salto y las ganas de mudarme de nuevo, pero esta vez a un continente tan diferente, se iban acrecentando. Así que poco a poco fui recopilando información acerca de las escuelas internacionales, en qué consistían y cómo podía optar a ellas. Básicamente, descubrí que son las escuelas para los hijos de los profesionales que, por trabajo, están viviendo fuera de sus países. Habitualmente la enseñanza es en inglés. Tienen un currículum que es general a ellas, y que es el mismo, más o menos, de un país a otro lo que te permite, como alumno, cursar unos años en un país y otros en otro país sin dificultades académicas grandes. A grosso modo esa es la idea que yo me saqué de las escuelas internacionales. La verdad es que son un gran invento, una solución estupenda para las familias que cambian de país cada cierto número de años, que las hay, aunque yo no conociera ninguna de antemano. La ventaja que tuve para poder acceder a ellas fue el haber trabajado en Houston 3 años. Sin esa experiencia me habría sido imposible dar el salto al mundillo de estas escuelas internacionales porque tienes que tener, o bien un título universitario de una universidad anglosajona, o si no experiencia en la enseñanza en algún lugar de habla inglesa. Y yo tenía esta última así que p'alante!

No hay comentarios: