lunes, 23 de marzo de 2020

Cole, peques, compañeros, cumpleaños e idiomas.

Tras los primeros días en Asmara haciendo las cosas que necesitábamos los profes novatos por fin empezamos a conocer al resto de compañeros de la escuela, especialmente los profes extranjeros que ya iban regresando a Eritrea después de pasar sus vacaciones de verano fuera del país. Ellos llegaron al país una semana o diez días después que nosotros los nuevos. En realidad en mi escuela no había muchos profes extranjeros, hay más profes locales. La verdad es que ya teníamos ganas de conocerles. Llegaron Fiona, canadiense, muy deportista; Albert, afro-americano, músico, grandote y ruidoso, siempre se sabía si Albert estaba o no, un personaje; Big Scott, canadiense también, grande de altura y de volumen, y grande de corazón, un gran tipo. Tenía que llegar otro compañero más, uno nuevo, americano, pero sus papeles se demoraron, probablemente por ser americano, y Eritrea no se lleva bien con Estados Unidos. El caso es que tan mal se lo pusieron que el pobre acabó no pudiendo venir con lo que eso le supuso porque había rechazado otro puesto de trabajo en otro país por venir a Eritrea y al final se quedó sin nada. De todos modos, nuestra escuela creo que se portó muy bien con él y le resarció por los perjuicios causados, eso creo. Al final vino otro compañero en su lugar pero como un mes más tarde.

Como veis el equipo de profes extranjeros era muy pequeño, la mayoría eritreos. Yo era profe de un primero, con solo 6 niños! Y encima con una profe de apoyo. De lujo. Mis niños eran eritreos, salvo uno de Costa de Marfil, y otro de Ruanda. Mis niños eran divinos, adorables. 4 niños y 2 niñas. Para comérselos. Y mi compañera fantástica. Me sentía super a gusto, la verdad. Como para no estar a gusto en estas condiciones, vaya, como para quejarse. Si, como profe, te quejas en estas condiciones, apaga y vámonos. El trabajo con mis peques era agradable, tal y como me vaticinó Paul, "they are a pleasure to teach"( es un placer enseñarles, es un placer ser su profe).

Mi niño de Ruanda estaba en Eritrea solo con su mamá, que era, si no recuerdo mal, la jefa de la representación de Naciones Unidas en el país. De Ruanda. Todos sabemos lo que sucedió en Ruanda hace 20 años. Ella lo vivió. El curso anterior a mi llegada, según me contaron, dio una charla en el cole acerca de lo que vivió en Ruanda y de cómo consiguió sobrevivir, irse a Estados Unidos y labrarse una vida buena. Me habría encantado haber podido asistir a esa conferencia. El caso es que cada vez que la veía siempre me impresionaba imaginarme su historia, no podía evitar admirarla. La pena es que nunca llegué a tener la oportunidad de conocerla más que como mamá de mi alumno.

Hubo un detalle que me llamó mucho la atención. Cuando fue el cumpleaños del niño lo celebramos en la escuela. La mamá trajo una tarta, salimos al patio y nos sentamos en una de las mesas de afuera para zampárnosla. El niño cumplía 6 añitos y fue el encargado de cortar la tarta. Pero cual no sería mi sorpresa cuando su mamá le dio el cuchillo para cortarla, un cuchillo que parecía un cuchillo de carnicero, debía de medir 30 cm. Yo me quedé alucinada que no le diera miedo que un niño tan pequeño usara un cuchillo tan grande, se podía cortar y mucho pero en fin, si a la mamá no le parecía peligroso a mi tampoco me lo debía de parecer.

Esta manera de celebrar los cumpleaños era la habitual, salíamos al patio y disfrutábamos de una buena tarta a la sombra, con esa temperatura deliciosa habitual en Asmara.

Mis alumnos eran todos niños de familias con dinero porque mi escuela era privada y cuesta bastante cara. En la clase de al lado estaban los de parvulitos y ahí había un peque italiano que no sabía nada de inglés. El pobre, a veces, se ponía a llorar por algo y, como las profes suyas no le entendían, me llamaban para que yo averiguara qué le pasaba. Benditos mis tres años de italiano en la escuela de idiomas, qué bien me vinieron en Asmara!

Yo iba a la escuela en taxi colectivo, que cogía al lado de mi casa. El taxi acababa su ruta en el centro y luego yo caminaba 7 minutillos. Eso al comienzo, hasta que conocí a todos mis compañeros de la escuela. Uno de ellos, Daniel, eritreo, tenía a sus padres viviendo al lado de mi casa, él vivía en otra casa en otra zona con su esposa y su bebé. Daniel, además de profe en la escuela, también trabajaba por las tardes en el negocio familiar, una floristería que tenían en el centro. Él, por las mañanas, antes de ir al cole venía, recogía a su padre( un señor que ya podía estar jubilado), lo llevaba a la floristería y luego seguía hasta su trabajo. Cuando Daniel descubrió que yo era vecina de sus padres se ofreció a llevarme al cole por las mañanas, invitación que yo acepté, claro, me venía super bien. Así que allá iba yo al cole con ellos. Lo gracioso del caso es que en ese coche acabamos hablando en 3 idiomas, 3 personas, 3 idiomas. En Eritrea el idioma prioritario, que más se habla, es el Tigriña, idioma que también se habla en Etiopía. Además del Tigriña también hablan otros idiomas pero se podría decir que ese es el mayoritario. Aparte del Tigriña la gente mayor también sabe el italiano, como consecuencia de la presencia italiana en el país desde fines del siglo XIX hasta la segunda guerra mundial. La gente joven sabe inglés, o al menos debería porque es obligatoria en las escuelas, por lo menos a partir del instituto. Así que el padre de Daniel hablaba italiano pero no inglés, y Daniel hablaba inglés pero no italiano. Y yo hablaba inglés e italiano pero no tigriña. Con lo cual en ese coche por las mañanas de camino a la escuela yo hablaba italiano con el señor y Daniel no se enteraba de nada, yo hablaba inglés con Daniel y su padre no se enteraba de nada, y ellos hablaban en Tigriña y yo no me enteraba de nada. ;-) Divertidísimo!!!!! Menuda anécdota más buena.

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