sábado, 28 de marzo de 2020

Fiestas y cine en casa.

A raíz de conocer a mi cubano mi vida mejoró en muchos sentidos. Mi vida social creció y conocí a más gente, lógicamente. Mi vida ya no se limitaba a mis compas del cole y algún@s pocos extranjer@s que conocía, ahora también pude conocer a su círculo de gente. Primero, el resto de los cubanos de la brigada. Los conocí a todos en una fiesta que estaban haciendo en casa de unos de ellos. Tremendo fiestón! Los cubanos sí saben parrandear! Comida, bebida, música y bailoteo. Qué bien lo pasé. Luego hubo unas cuantas fiestas más, igual de geniales.

Por medio de sus contactos y los míos acabamos yendo a muchas fiestas de todo tipo de diferentes embajadas. Recuerdo una de Halloween en casa de un americano que fue épica. Otra, en esa misma casa, con motivo de la festividad mexicana del Cinco de Mayo, épica también. Recepciones elegantes en las embajadas turca, italiana, de la Unión Europea. Cenas buffet en plan cada-uno-lleva-algo en casa de una pareja americana o en casa de una chica de la embajada europea, que tenía un jardín estupendo. Fiestas de la escuela en la casaza preciosa de mi dire, con un jardín impresionante con vistas de toda la ciudad. Noches de bailoteo en el Mocambo, un bar de la ciudad, con gran parte de esta comunidad internacional. La fiesta del 50 cumpleaños de un amigo eritreo de Paco. Esta estuvo genial, divertidísima, muy loca, con prácticamente todos los cubanos allí y el resto eritreos. Cenas en casa de amig@s. En fin, super ocupados, raro era el finde que no tuviéramos algún planazo, siempre había algo.

En el día a día dejé de leer todas las tardes tanto como solía porque ahora tocaba peli por las tardes. Después de cenar, aunque se fuera la luz, tirábamos de archivo de pelis que él tenía, lo conectábamos al ordenador y listo, sesión de cine. Eso sí, había que asegurarse de que el ordenador estuviera bien cargado para no quedarnos tirados por lo que siempre lo dejábamos enchufado a la corriente para que se cargara cuando viniera la luz. Cuando estábamos sin electricidad en casa nos enterábamos de que había vuelto la luz porque oíamos encenderse el motor de la nevera. "Ay, ya vino la luz". Aún ahora, cuando oigo el motor de la nevera encenderse o hacer ruido es esa la sensación que tengo, de decir "ya vino la luz".

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