sábado, 21 de marzo de 2020

Primeros dias en Asmara, primeros amigos, transporte y electricidad.

La primera semana, los primeros días en Asmara, no los recuerdo con tanta definición como el primer día, pero sí recuerdo algunas cosas que hice, que hicimos. Estos primeros días estuvieron marcados por el hecho de que los novatos estábamos mucho tiempo juntos porque había algunas cosas que teníamos que hacer simplemente por el hecho de ser recién llegados en el país. Una de ellas, obligatorio, era un chequeo médico que incluía una prueba de rayos x y una analítica. Así que una mañana nos llevaron al hospital a hacernos las pruebas. Todo bien, lo único malo es mi permanente temor a las agujas y lo mal que lo paso cuando me tengo que hacer una analítica así que, como siempre, mientras me pinchaban yo me dediqué a hablar como una locomotora con mi médico, para intentar pensar en otra cosa y no marearme, al menos no marearme mucho, no era plan de salir de ahí mareada y que mis compañeros me tuvieran que ver así.

Nuestro director, Paul, nos llevó a hacer una visita guiada de la ciudad en su coche para que tuviéramos una idea de dónde estábamos. Nos llevó también al único hotel de 4 estrellas de la ciudad y del país, el Asmara Palace, el único, además, con piscina a la que podíamos acceder, además de al gimnasio, porque la escuela pagaba nuestras cotas, requerían membresía. Este hotel tiene muy buena pinta, un aire muy occidental y suele reunir ahí a mucha de la comunidad de expats, de extranjeros viviendo en el país, porque además tiene un par de restaurantes, cancha de tennis y no recuerdo si algo más.

Mientras Paul nos enseñaba las instalaciones se encontró con una amiga suya de Trinidad y Tobago, Charlene, que nos presentó. Ella nos comentó que esa noche había quedado para cenar con unos amigos y nos invitaba a unirnos a su cena. Nosotros, que no teníamos ningún plan mejor, le dijimos que sí, claro, así que ya organizamos para quedar por la tarde en que nos iba a recoger con su coche en un punto de la ciudad muy conocido. Así que genial, ya teníamos plan para esa noche, especialmente conveniente porque además era sábado y se podía hacer un poco deprimente haberse quedado sola en casa.

Pues fuimos a cenar. Charlene nos recogió con su cochecito y nos llevó al restaurante. El grupo de amigos era un grupo grande de expats, gente de todas partes: turca, francesa, finlandesa, nepalí, etc. Parecíamos las naciones unidas. Recuerdo especialmente al chico nepalí que era simpatiquísimo, no paraba de contar historias y todos partidos de la risa. Yo me senté al lado de la chica turca, Ozge, muy maja, todo sonrisas, también recién llegada al país hacía nada. Trabajaba en la embajada turca, donde trabajaban 4 y sólo había un ciudadano turco en el país, no se podía quejar, 4 personas trabajando para él, buenas risas nos echamos a cuenta de eso. Ozge me cayó genial y ya intentamos intercambiar teléfonos pero como ella también estaba recién llegada aún no tenía línea telefónica así que me dio el teléfono de su trabajo y del hotel en el que se estaba alojando mientras no encontraba una casa para alquilar, lo que me hizo darme cuenta de la suerte que tuve teniendo casa y teléfono nada más llegar, un lujo. Con el nombre de Ozge tuve también que utilizar truco para recordarlo porque me era muy raro, claro. Recordaba siempre el nombre de Óscar y ya de ahí me salía su nombre. A ella le sorprendía que yo recordara su nombre tan rápidamente. Ja! lo que no sabía es que había truco ;-)

De esta cena salió otra unos días más tarde con este mismo grupo de gente, cosa que fue un lujo, foi chegar e encher.

En estos primeros días salí bastante con Scott, al fin y al cabo éramos la única persona que conocíamos. También nos empezó a llamar para quedar Simret, la compañera del cole que habíamos conocido en nuestra primera noche en la pizzería. Muy maja Simret, un detallazo por su parte el llamarnos porque sabía que estábamos solitos en casa y se imaginaría que estábamos muertos del asco y del aburrimiento. Yo por lo menos no lo estaba, no sé Scott, creo que tampoco, porque es músico y sé que pasaba muchas horas tocando su guitarra y cantando pero bueno, siempre es mejor salir y socializar. Y es que, aparte de estar solos en casa, había que lidiar por las noches con la falta de electricidad en las casas. Por el día no había problema, había luz natural y electricidad la mayor parte del tiempo, además de que mi casa era super luminosa, pero al caer la noche te quedabas a oscuras, no todo el tiempo pero sí mucho. Yo ya sabía de esto, ya Paul me lo había advertido durante nuestra entrevista telefónica antes de firmar el contrato, así que me había venido de España con varias linternas y cargada de pilas y velas. En mi casa tenía luz hasta las 6 de la tarde más o menos. A esa hora se iba y no volvía hasta las 10 y pico de la noche. Luego se volvía a ir a alguna hora de la madrugada y regresaba en torno a las 6 de la mañana. Todo esto te obligaba a tener la linterna a mano en cuanto anochecía y siempre asegurarte de que llevabas una en el bolso cuando salías por la noche porque la oscuridad no era solamente en tu casa sino también en gran parte de la ciudad, había zonas más iluminadas que otras pero bastante oscuridad en general, y especialmente en mi calle, que no estaba en el centro centro.

El barrio en el que yo vivía se llama Tiravolo. Es un barrio muy bonito, residencial, con casas con jardín, algunas tan bonitas que si pudiera me traía alguna para España. Mi casa estaba en una calle sin asfaltar, de tierra y piedras. A 3 minutos caminando llegas a una calle principal, bien asfaltada y por donde pasan los coches. Desde ahí, caminando 25 minutos, llegas al centro. Hay autobuses también pero nunca llegué a montarme en uno ni descubrí qué línea tomar para ir al centro ni nada, aparte de que los autobuses suelen ir masificados, tanto que cuando veía que algún autobús se paraba a recoger gente yo flipaba porque ya venía cargado hasta los topes y parecía imposible que pudiera caber nadie más. Pero cabía alguien más, siempre cabía alguien más. Con todo esto la alternativa para el autobús era el taxi.

Había tres opciones con el taxi: una era parar un taxi para ti sola y que te llevase a donde tú quisieras. Lo normal, vaya. Segunda opción: tener el teléfono de un taxista de confianza y llamarlo para que te venga a recoger a tu casa o a donde sea. Tercera opción para mi: ir a la calle principal al lado de casa y apostarme ahí a esperar a que parara un taxi colectivo, que hacen determinadas rutas, y si hay hueco en el coche lo compartes con los demás pasajeros a un precio barato. Esta era la mejor opción y mi favorita, la más divertida para mi. A veces te tocaba esperar más de la cuenta pero lo normal era que no esperases mucho, menos de 5 minutos. En el taxi me plantaba en el centro en 5/10minutos. Y para regresar a casa lo mismo pero mejor porque en el centro había varias paradas de taxi, tú le decías a donde ibas, el nombre del barrio, Tiravolo, y si el taxista iba a ir hacia ahí te montabas en el taxi y esperabas a que se llenara. Como Tiravolo es una zona de movimiento de gente lo habitual es que el taxi se llenara rápidamente y pronto estuvieras en movimiento hacia tu casa. Eso sí, al volver a casa de noche tenía, como ya dije antes, que asegurarme de llevar SIEMPRE mi linterna en el bolso porque al bajarme del taxi tenía que caminar esos pocos minutos por mi calle no asfaltada y con poquísima luz. Los eritreos están habituados a eso, a caminar a oscuras por la noche pero yo no, yo no conseguí habituarme nunca así que mi linterna era sagrada, al salir de casa siempre me aseguraba de que la llevaba.

Yo de España me había traído unas pocas linternas pequeñas, lo que pude encontrar. Pero al poco de llegar a Eritrea, a las pocas semanas, me recomendaron comprarme una linterna solar que casi todo el mundo tenía y eso me cambió la vida, la verdad. Era bastante grande pero manejable, te daba la opción de poder cargar el teléfono y tenía también puerto usb. Se convirtió en mi mayor tesoro! ;-) Por la mañana la dejaba en el porche de la casa a cargar y al anochecer la recogía. Iluminaba tanto la casa que parecía que tenías las lámparas encendidas y como tenía un tamaño estupendo y manejable la llevabas de un lugar a otro de la casa y te sentías perfectamente cómoda e iluminada, la falta de electricidad dejó de ser un problema. Bueno, en realidad nunca lo había sido porque no me molestaba pero supongo que tras mucho tiempo a golpe de linternas calculo que me habría hartado pero con esta lámpara estaba super a gusto. Eso sí, yo no la tenía todo el tiempo encendida. Si estaba por las noches en casa, sin luz, yo me dedicaba a leer en mi ebook. Como el libro ya tenía luz incorporada lo que hacía era encender varias velitas en el salón y ya está, por no estar totalmente a oscuras, y la verdad es que era super chulo, me gustaba muchísimo, lectura tranquila a la luz de las velas, delicioso.

En Eritrea aproveché a ponerme las pilas con la lectura, aproveché a leer muchísimos libros que tenía atrasados, todos en español. Y es que, mientras estaba en España, intentaba alternar un libro en inglés y otro en español, o dos en inglés y uno en español, para no perder mi inglés. Pero ahora, estando en Eritrea toda, absolutamente toda mi vida era en inglés porque no había nadie que hablara en español. Así que mi única opción de hacer algo en español era leer mis libros. Y eso me sentaba de lujo. Todas las tardes, al volver del cole, me metía unas buenas sesiones de dos o tres horas de lectura. Una gozada.




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