viernes, 20 de marzo de 2020

Primer día en Asmara

Mi primera noche en Asmara la pasé en un hotel, a donde nos llevaron directamente del aeropuerto porque llegamos de noche. Por la mañana, tras el desayuno en el hotel, vino a buscarnos el director del cole, Paul. Allí mismo en el hotel estaba otra familia de profes nuevos del cole, con sus dos hijos de 5 y 8 años. El padre, Colin, iba a ser el nuevo director de la escuela, el que yo había conocido era el anterior y estaba pasando en Asmara sólo dos semanas para ayudarle al nuevo en la transición. El director saliente nos explicó en qué iba a consistir el día y nos dio una primera cantidad de dinero generosa para nuestros gastos antes de que cobrásemos el primer sueldo. No está nada mal, llegar y ya te están pagando antes de que hayas hecho nada, así da gusto, una manera excelente de llegar!

Recogimos nuestro equipaje y nos llevaron a cada uno a sus casas respectivas, alojamiento proporcionado por la escuela, gratis para nosotros. Genial! Fuimos primero a llevar a Scott, mi compañero novato a su casa, un apartamento majete. Luego me llevaron a mi a la que sería mi casa. Yo estaba nerviosilla, rezando para que me gustase. Y me gustó, vaya si me gustó! A diferencia de mi compañero con su apartamento a mi me adjudicaron una casita con jardín. Yo estaba flipando porque era mejor de lo que me esperaba. Una decoración algo pasadilla de moda pero, vamos, muy chula, amplia y luminosa, el único cuarto con poca luz era la cocina. Tenía 3 dormitorios amplios, buenos armarios, un baño grande y un salón super amplio. Ya me gustaría a mi poder tener esta casa con su jardín en España, ya me gustaría a mi. Le cambiaría la decoración, sí, pero el espacio es el espacio.

En la parte trasera de la casa vivían los dueños, un matrimonio ya jubilado y su asistenta. Me los presentaron y me explicaron que esa asistenta podía ser mi asistenta y cocinera si yo quería, hasta me podía ir a hacer la compra. No me lo pensé y acepté, me facilitaba la vida sin duda, a mi que no me gusta cocinar ni trajinar en la cocina, y mucho menos en un país desconocido.

Como digo, en la parte trasera de la casa vivían los dueños con su asistenta. Como la casa tenía jardín se ve que ellos habían aprovechado un espacio del jardín para hacerse un apartamento, en donde vivían ellos, y así podían alquilar la vivienda principal.

En cuanto todo esto quedó arreglado los del cole me llevaron a ver dónde estaba la tienda de alimentación más cercana para que yo pudiera hacer una primera compra de emergencia. La tienda, afortunadamente, estaba muy cerca de casa, a 5 minutos caminando, y era totalmente seguro. Así que los del cole se marcharon pero acordamos en que esa tarde-noche me iban a recoger para ir a cenar en un restaurante, todos juntos los nuevos.

En cuanto me quedé sola en casa me puse a organizar mi equipaje, colocar cada cosa en su sitio y me fui a la tienda. Fui fijándome bien en el camino no fuera a ser que me perdiera. En ese sentido iba muy alerta porque la idea de perderme no me hacía ninguna gracia. La tienda de alimentación era razonablemente grande, tenía prácticamente de todo y hablaban inglés, cosa muuuuy importante. Hice mis compritas, conseguí llegar a casa sin problemas y estuve en casa haciendo cosas, viendo la tele y leyendo hasta que me vinieron a buscar para ir a cenar.

Lo que recuerdo más vívidamente de esa primera noche es la oscuridad en la calle, mientras íbamos en coche al restaurante que estaba en el centro de la ciudad, en la calle principal, era tanta la oscuridad que pensé que había un apagón. Ingenua de mi! Apagón, ja! Además de esa oscuridad me llamó la atención que había mucha gente por la calle, y que era una calle muy bonita, en la medida que la podía ver. No es que estuviera totalmente a oscuras pero vaya, había muy poca luz en la calle.

También me sorprendió el restaurante. Fuimos a una pizzería estupenda, un local muy bonito, donde comí una de las mejores pizzas que haya tomado nunca. Allí, además de los profes que ya había conocido, pude conocer también a una compañera eritrea de la escuela, Simret, una chica encantadora. Su nombre, evidentemente, era totalmente nuevo para mi, nunca había conocido a nadie de Eritrea así que para intentar recordar su nombre lo relacioné con las tarjetas Sim y luego malo sería que no consiguiera recordar el resto. Este truquillo lo fui haciendo casi con todo el mundo para recordar sus nombres porque si no me iba a ser imposible, demasiados nombres nuevos y "raros" para mi. Tras la cena nos dieron tarjetas telefónicas para poder estar comunicados, cosa que es habitualmente muy difícil de conseguir cuando acabas de llegar al país pero fuimos unos privilegiados de conseguirlas ya en nuestra primera noche. Tarjetas telefónicas para teléfonos sencillos, nada de internet en el móvil, nada de WhatsApp ni Facebook ni correo electrónico, sólo llamadas y sms, y ya. Y te das con un canto en los dientes. Y te das por satisfecho. No nos pilló por sorpresa porque ya lo sabíamos, ya lo sabíamos desde el momento de la entrevista.

Como yo ya sabía que en Eritrea el acceso a internet y a la electricidad eran escasos ya me había puesto las pilas y antes de venir me había comprado un libro electrónico en donde me había metido algo así como 30 libros que me apetecía leer desde hacía tiempo. Además, me había asegurado que este libro tuviera luz incorporada y que su batería aguantase bien porque a saber cada cuanto lo podría cargar. Afortunadamente, me encanta leer y vi Eritrea como una gran oportunidad para ponerme al día en lecturas atrasadas, como así fue. El libro me salió bastante bueno y no necesitaba cargarlo más que una vez al mes, y aún lo tengo y lo uso a diario.

Tras la cena en la pizzería nos llevaron a casa, y así acabó mi primer día en Asmara.


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