jueves, 26 de febrero de 2009

Las geniales crónicas de VP.y 8! El ligue en América-6.

El ligue en América
CAPÍTULO 6
What women want (2).
La obsesión por el "Prince Charming".
Ahora que ya sabéis quién es el "Prince Charming", me gustaría explicar con más detalle qué papel juega este concepto en la vida cotidiana de la mujer americana. Cada mujer americana tiene su versión diferente de Prince Charming. Aunque los puntos básicos son compartidos por todas las mujeres (guapo, rico, viril pero sensible, con don de gentes, triunfador, macho alfa, el hombre perfecto, que te rescatará de tu vida y te hará feliz, etc., etc.), cada mujer añade algunas características particulares que hacen variar un poco el modelo. Todas estas características (las básicas y las que tiene cada mujer) forman lo que se llama "la lista de la compra" ("the shopping list"). Una lista inmensa de requisitos con la que cualquier pretendiente es comparado para determinar si merece la atención de la princesa (aquí hay un chiste divertido sobre este tema).

Cuando sales con las mujeres americanas, te das cuenta hasta qué punto están buscando a su Prince Charming y comparándote con ese ideal inalcanzable, es decir, con "la lista de la compra".

Recuerdo, por ejemplo, que hace meses salí una vez con una mujer de raza china de 41 años que había conocido por Internet y que tenía muy claro el aspecto financiero de su Prince Charming. Digo esto porque me sometió al examen financiero y laboral más minucioso que nunca había experimentado, ni siquiera en entrevistas de trabajo. Más que salir con una mujer, me parecía encontrarme en una reunión con un inspector de Hacienda. Examinó mis ingresos con detalle y mis proyecciones laborales futuras. Insistió en que dejara de ser funcionario y me pusiera a trabajar en la empresa privada americana donde, con mi Doctorado en Informática, decía que podía ganar el dinero a patadas. Tuve que explicarle cómo estaba mi situación de "servicios especiales" y "excedencia" (intenta explicar esto en inglés, macho, en el que esas palabras no existen: "leave of absence" es lo que más se parece). Todo esto en la primera cita.

Cuando le pregunté por qué estaba tan interesada en mi situación financiera, me contestó, como la cosa más natural del mundo "¡es que estoy buscando a mi Prince Charming!". Y cuando le pregunté por qué buscaba a su príncipe, me dijo, como si nada, "¡es que es mi sueño desde la infancia!". Y en aquel momento, recordé mis sueños de la infancia: ser pintor (cuando soy incapaz de dibujar un círculo), ser astronauta (me mareo con las alturas), ser médico (si veo sangre, me desmayo).
El sueño de mi hermana Esther era tener mil hijos (afortunadamente, después rebajó el deseo a cien, una cifra más razonable). Yo me imaginaba los bebés de Esther en una granja parecida a las de pollos, alimentados por tubos que traían leche y llegaban a su boca para darles de mamar.

Le dije: "Pero los sueños de la infancia son fantasías que no tienen nada que ver en la realidad". Ella se quedó bloqueada. No le digas nunca a una mujer americana que no puede cumplir sus sueños de la infancia, especialmente en lo relacionado con el Prince Charming. Una mujer americana muchas veces no madura mucho más allá de los quince años y vive en una eterna adolescencia (después dirán que los hombres somos inmaduros). Y, como dice Clotaire Rapaille, "amor" significa para los americanos "falsas expectativas". Yo no debía de cumplir las expectativas de la china porque se despidió de mí con repugnancia y nunca supe nada más de ella. La imagino yendo por la vida, buscando a su Prince Charming. A los 41 años todavía no ha superado los cuentos de hadas.
Y es que una mujer americana nunca deja de buscar su Prince Charming, por muy vieja que sea. Esperando a este hombre ideal, se pasa la vida. Los matrimonios van y vienen en esta cultura marcada por el divorcio, los hijos crecen y se van, los lugares de trabajo se suceden, las décadas se acaban. Pasan los treinta, los cuarenta, los cincuenta... Pero la mujer americana seguirá esperando su príncipe azul hasta el final.

De vez en cuando, alguna mujer tiene un rapto extraño de lucidez y se da cuenta de que el Prince Charming no existe. Es extraño, pero puede pasar.

La canción "Precious Illusions" de Alanis Morisette habla de ello:

Tú me rescatarás, ¿verdad? [...] Tú me completarás, ¿verdad? Entonces, mi vida puede empezar al fin [...] Este anillo me ayudará, como lo harás tú, caballero de brillante armadura.[...] Esas ilusiones tan queridas que tengo en la cabeza no me deprimían cuando era niña. Y separarme de ellas es como separarme del mejor amigo de mi infancia. He pasado tanto de tiempo mirando fuera de mí...

El vídeo de esta canción no tiene desperdicio. Sólo esperad que pasen los 20 segundos del comienzo (que son un poco aburridos) para que empiece la acción. Las imágenes que salen explican el tema del Prince Charming mucho mejor de lo que yo lo he hecho.

Otra persona que se ha dado cuenta de que el Prince Charming es un personaje de cuento, es esta chica que dice: [Intento] contestar esa pregunta ardiente que mis amigas me preguntan diariamente: "¿Por qué todavía no ha llegado algún maravilloso Prince Charming y te ha rescatado? [...] ¿Por qué todavía no te has casado? ¿No quieres casarte, Danielle?

[Mi dilema es que] entre Disney y Hollywood es difícil, si no imposible, encontrar un hombre con quien yo (o cualquier mujer) pueda compartir una relación a largo plazo. Creciendo, yo, como tantas chicas, fantaseaba con el Prince Charming. Ahora, como adulta, me doy cuenta de que si insisto en buscar al Prince Charming, puedo seguir buscando y morir sola.

Pero la mayoría de mujeres americanas prefieren seguir buscando. No porque quieran morir solas (el estereotipo de la solterona – "spinster"- que vive sola rodeada de gatos es uno de los más poderosos de esta cultura). Es que ellas SABEN que su príncipe azul llegará, más pronto o más tarde. No deben hacer nada para encontrarlo. Sólo deben esperar y, cuando menos lo esperen, aparecerá el caballero de la brillante armadura que las rescatará de sus deudas económicas, de sus problemas sentimentales, de su infelicidad y, lo que es más importante, de ellas mismas.

¿Hasta cuándo acaba esta espera? ¿Cuándo las mujeres se dan cuenta de que su amado no llegará? ¿Basta con una vida para esperar a ese mesías salvador o hay que creer en la reencarnación y quizás el príncipe azul llegará en otra vida?
Me imagino a una de estas mujeres que pasan la vida soñando con su príncipe en el día de su funeral, cuando todo el mundo está reunido en la iglesia para dar el último adiós. De pronto, la puerta de la iglesia se abre y aparece un caballero con traje y corbata, maduro y de pelo cano, pero todavía atractivo. Su rostro revela la sabiduría que da la edad y sus arrugas cuentan de todas las batallas que ha debido luchar en la vida. No es otro que el Prince Charming, que ha pasado buscando a su princesa, pero que ha llegado demasiado tarde. ¿O quizás no? El príncipe maduro se acerca al ataúd abierto. Se inclina hacia la viejecita y le da un beso. Y, como en el cuento de la Bella Durmiente, ella despierta de su sueño eterno. Abre los ojos y le sonríe con bondad, como se sonríe a un viejo conocido. No se extraña ni se sorprende: sabía que vendría. Siempre lo ha sabido. Se levanta de la caja y juntos, con los pasos cortos e inseguros que dan los viejos, salen de la iglesia. Y se van a la tierra del príncipe, al país de los cuentos, dónde no hay pena ni dolor, donde todos son felices para siempre. Y quizás esta sensación de final feliz es lo que las mujeres americanas desean cuando sueñan con su Prince Charming.

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